lunes, 3 de noviembre de 2008

Malas Manias

La mejor forma de no solucionar un problema es ignorándolo. No debatiéndolo, no estudiándolo, no reconociéndolo.

En esas ha estado Colombia por décadas, no discutiendo los problemas reales sino temas con impacto periférico en la estructura nacional. Durante los últimos 20 anos de historia, la actualidad nacional ha sido dominada por las andanzas de la delincuencia, y los éxitos del estado se han medido por golpes a los criminales, que no al crimen como sistema ni como estructura. Recientemente, en la era del Presidente Uribe, nos hemos pasado la década pendientes de irrelevancias; reelecciones, tratados de libre comercio, que congresista se reunió con quien y cuando, en fin.

Las recientes desapariciones de ciudadanos a manos de agentes de la fuerza pública, deberían servir para identificar que los problemas de Colombia son otros. Dos concretamente. Primero la falta de educación, y segundo, un gran complejo de inferioridad racial y cultural. Son esos los factores inhibidores de la integración social necesaria para la prosperidad de un pueblo. La unión hace la fuerza, dice un ancestral adagio popular que algunos atribuyen a Confucio.

Me referiré a la educación en particular porque me parece que es el detonador de las quinientas y tantas desapariciones confirmadas; el complejo será tema en otro texto. Reconozcamos entonces, primeramente, que la base de la educación de un pueblo es el respeto a la vida, bienes y honra del prójimo. Allí yace la definición de la decencia humana. En Colombia, no diremos que no existe la decencia, pero si afirmaremos que sus niveles son inferiores a aquellos necesarios para generar desarrollo sostenible. La agresión constante entre ciudadanos, no solo impide la mutua cooperación sino que además produce autodestrucción, desconfianza y retaliación.

Esto se comprueba en las razones que comúnmente se esgrimen para excusar el asesinato continuo de compatriotas. Cada agresión es siempre la respuesta a una afrenta previa. En realidad, cada agresión se alimenta del desprecio por el derecho ajeno. En Colombia hemos hecho condicionales los derechos fundamentales del ser humano. Es por eso que crímenes cometidos contra las guerrillas, o como parte de la lucha contra la subversión, no tienen en el pueblo el mismo rechazo que crímenes cometidos por las mismas. Allí se originan las teorías de males menores que han dado origen a tanta historia de terror en nuestro campo. Mientras sigan existiendo masacres buenas y malas, siempre habrán masacres, y quedara al gusto de cada quien el como clasificarlas.

Solo a través de la educación fundamental mejoraremos como sociedad y alcanzaremos una posición estratégica para avanzar como nación. Existen dos formas de aleccionar, la construcción y la intimidación. La primera se basa en el continuo trabajo de concientización e inculcación de principios. Esta es sin duda la mejor, la más sostenible y duradera de las dos formas. Sin embargo, también es la más demorada; normalmente puede tomar una generación para evidenciar un cambio substancial. La segunda es traumática y resultadista, pero es un arma necesaria cuando la situación esta fuera de control y cuando urge un mejoramiento inmediato de las condiciones cívicas. Es algo así como la diferencia entre el sermón y la nalgada.

En Colombia necesitamos ambas. Una apuesta por el futuro mediante una mejor formación de las nuevas generaciones, y también apremia controlar a las generaciones del presente. Por eso es esencial que las destituciones al interior de las fuerzas armadas no se queden en eso. Tienen que haber condenas y muy severas para aquellos involucrados. Es vital que la ofensa no quede impune, pues es la ausencia de castigo la que malcría y alimenta la cultura del abuso.

Después de 6 años de celebración continua e idealización, estas nuevas desapariciones, que en realidad no se sabe ni cuantas fueron o si siguen ocurriendo, han puesto de presente que no hemos avanzado nada como sociedad. Aun nos seguimos matando unos a otros y encima justificándolo. He ahí nuestro verdadero problema, nuestras malas manías; vivitas y coleando.
Ñapa: Si en destituciones militares tuvo algo que ver la perspectiva del ingreso de Barack Obama a la casa blanca, seria esa razón suficiente para controvertir eso de que el partido republicano le conviene, o convenía, más a Colombia.

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