miércoles, 27 de junio de 2007

Ay, La Copa Amèrica

Un cupo directo al mundial es necesario para rescatar la copa América de las garras de la mediocridad y la irrelevancia.

Regreso la copa América, y al igual que en sus versiones recientes, la recibe uno con un sabor un tanto agridulce. Contrasta la alegría natural que despierta el fútbol en toda la geografía latinoamericana, con la pobreza de espectáculo a la que se nos viene sometiendo últimamente. El torneo camina con paso lento pero firme hacia la irrelevancia.

Este año es en Venezuela. La copa del comandante Chávez. Muy seguramente la usara el para hacer propaganda política; así sucede históricamente con los caudillos latinoamericanos. Se agarran del deporte y de las artes para promover su agenda ideológica. Prueba de ello fue el saque inicial a cargo del movimiento bolivariano.

Muchas cosas han conspirado para lograr la decadencia del certamen. Entre ellas la frecuencia con la se realiza el torneo. Dos, o tres, años es un tiempo muy corto. Atenta contra el valor de levantar el trofeo al final y lastima la expectativa que se despierta en las aficiones. Además, el apretado calendario internacional la coloca siempre en épocas complicadas; o se juega como ahora, a tan solo un año del mundial; o se juega en plena eliminatoria.

Otro factor es la abrumadora desventaja que existe entre las selecciones participantes. Argentina y Brasil, nos guste o no, están un escalón por encima del resto. El pasado así lo indica y el presente continuamente lo corrobora. Ocasionalmente uno de los del resto encarrila una buena generación y medio se mete entre ellos, pero es solo ocasionalmente. Por eso muchos de sus jugadores no esconden sus deseos de no participar. Solo falta hacer una comparación entre la alineación del Brasil del mundial y el Brasil que viajo a Venezuela. Ellos prefieren no arriesgarse en un torneo que no les provoca ilusión alguna.

Debe señalarse también el bajo nivel general que se evidencia en América latina. Haciendo a un lado los dos gigantes hemisféricos, todos los demás pasamos épocas duras. En Colombia, por ejemplo, de aquellas épocas en las que la selección nacional se enfrentaba de igual a igual con los grandes del mundo, hoy solo quedan los videos. Igual ocurre con los demás. Selecciones tristemente venidas a menos.

Situación muy distinta la de la Eurocopa. Allá la calidad y la expectativa son inmensamente superiores a las que aquí vivimos. Tendrá mucho que ver lo que hemos mencionado. La Eurocopa se juega cada 4 años, van absolutamente todos los jugadores de primera línea, y el nivel general es más equilibrado. Incide mucho la sed de triunfo de los participantes.

Urge que la Conmebol tome medidas para recuperar el torneo más antiguo del mundo. Hacerla cada 4 años, en los años pares que no coinciden con mundial es el comienzo. No son ánimos de copiarse de Europa, es sencillamente lo más acertado. También debe cambiarse el sistema de 3 grupos en los que clasifica hasta el tercero, eso no es competitivo. Deben reunirse 16 equipos para poder limitar las clasificaciones en fase de grupos a tan solo 2 equipos. Los 6 equipos que completarían los 16 no deben ser invitados de fuera del continente. Habiendo tantos países en América en los que se practica fútbol, recientemente vimos la insólita participación del Japón. Quizás no seria mala idea platearse una unión de la Conmebol y la Concacaf en aras de organizar un solo torneo continental.

Por ultimo, debe ofrecerse un incentivo que toque la sensibilidad de jugadores, directivos e hinchas. Algo como un cupo directo al mundial de fútbol siguiente. Eso elevaría la calidad del torneo dramáticamente. Por algo la eliminatoria es mucho mejor que la copa América a pesar de que la juegan los mismos equipos. En fin. Al final la Conmebol tiene la última palabra. En todo caso, si no se toman medidas pronto, el futuro de este patrimonio del deporte hemisférico esta en chino. O mejor dicho: en japonés.

Ñapa: El día Lunes 25, el noticiero del canal RCN anuncio la victoria del demandante en la absurda demanda que se hizo por más de 50 millones de dólares a causa de la pérdida de unos pantalones en una lavandería. Me temo que no fue así. La victoria fue para el demandado. Quisiera pensar que fue un error y no un afán sensacionalista. Pero me cuesta.


Eduardo Plata Yidios

jueves, 21 de junio de 2007

De las Papayerasa las Naranjas

La semana pasada en Colombia le encontraron el valor monetario a la vida de una persona. Vale lo que vale una naranja.


Nadie debería sorprenderse de que al alias “macaco” se le publique un aviso en El Espectador. Ni tampoco de que se le reciba con manifestaciones con papayera a la entrada de la fiscalía. Cosas mas graves y descaradas ha hecho la delincuencia en Colombia. En un proceso de verdad en que los criminales se declaran victimas, alegan perdida de memoria, culpan a los muertos, le toman fotografías amenazantes a las victimas, se desaparecen testigos y se dicen toda clase de mentiras, ¿Que mas da que a alguien lo reciban con papayera o no?. Es lo de menos.

Personalmente, difiero de aquellos que piensan que estas personas, que sin pudor alguno han ido ha recibir con papayera a “macaco”, lo hayan hecho gracias a un incentivo económico. Creo que en este país, tal y como están las cosas, mas de uno iría voluntariamente, con todos los ánimos del mundo, a recibirle como prócer de la patria. Los acontecimientos recientes de la historia nacional asi lo proponen.

Leyendo la prensa, me encuentro con una noticia que de alguna manera resume lo que acá hemos planteado. Un niño de 14 años recibió un disparo de escopeta en el cuello al intentar tomar una naranja de un árbol. Al parecer el árbol se encontraba en propiedad privada y el dueño de la tierra decidió solucionar el problema con escopetazos. Cuentan los otros niños que acompañaban a la victima, que el muchacho, a pesar de estar gravemente herido, intento huir para evitar ser impactado una segunda vez. Al final el niño falleció.

Me pregunto yo, ¿Qué razonamiento ruin lleva a una persona a concebir que esta autorizada a hacerle un disparo de escopeta a alguien que se atreve a robarse una naranja de un árbol?. De ante mano, sin ánimos de amenazar el concepto de propiedad privada, confieso que enfrentó un grave conflicto interno para reconocer como delito, o aun como acto indebido, el hecho de tomar una fruta de un árbol que se encuentra en propiedad ajena. Recuerdo que lo hice en múltiples ocasiones cuando tenia la misma edad de la víctima. Lo recuerdo y se me hace difícil creer que debía ser procesado judicialmente por ello. Mucho menos recibir un escopetazo en el cuello.

El razonamiento de este personaje es el mismo que dio origen a la guerrilla y al paramilitarismo. La usurpación de la personería del estado. La toma de la justicia en las manos particulares ante el guiño consentidor del estado y la sociedad civil. La ausencia absoluta de estado en las regiones de Colombia dio origen a esta situación. Al no haber un estado regulador, cada quien impone la ley que mejor le parece. O que más le conviene.

Al estado, historicamente, le han faltado dientes para defender a la sociedad civil. Militar y jurídicamente. Así la delincuencia se convirtió en causa y cosecuencia de si misma. La derecha alega haberse armado por culpa de la izquierda y la izquierda alega haberse armado por culpa de la derecha. En realidad unos y otros se armaron por su calidad de criminales. Por su desprecio de la vida y del derecho ajeno a coexistir con ellos.

Como si fuera poco, para cerrar el círculo en esta cadena de desventuras, al igual que en la triste historia reciente de Colombia, la victima es un niño. Ese escopetazo que recibió ese muchacho de 14 años, es el mismo que han recibido las nuevas generaciones de colombianos, que heredaran un país mafioso en el que una niña en un colegio público de Cali, confiesa inocentemente que cuando sea grande quiere ser sicaria.

Por eso, volviendo al párrafo inicial, pregunto yo, En un país donde se asesina a un niño por tomar sin permiso una naranja, ¿Que tiene de raro que a “macaco” se le reciba con papayera?. Nada. Esa es la Colombia de hoy. La Colombia que cayó en desgracia por fracasar sistemáticamente en sus intentos por contener el crimen. Especialmente aquel crimen que conquista el poder político.


Eduardo Plata Yidios