jueves, 14 de febrero de 2008

Las Verdaderas Marchas


Proliferación de marchas genera riesgo de tergiversación del mensaje y la intención de las mismas.

Ya hay nueva cita. Para el 6 de Marzo se convoco una nueva marcha; en esta oportunidad para decirle no al paramilitarismo. Algo así como en señal de compensación a la marcha del 4 de Febrero y para aclarar que en Colombia no se le quiere a las FARC, pero tampoco se le quiere a los paramilitares. Muchos creen que la ultima movilización quedo a medias y así esperan completarla. No podrá ahora Mancuso seguir invitando a marchas, ni podrá decir Tirofijo que la de Febrero la convocaron los paramilitares.

Me preocupa a mi lo que sucederá cuando el 6 de Marzo no participen 12 millones de Colombianos sino 8, o 6, o 3. Viniendo de una apoteósica manifestación, no será fácil convencer a la gente de que vuelva a salir a las calles. No porque el motivo de la marcha no lo amerite, mas si porque al tanto marchar, se va perdiendo un poco la adrenalina social. Además, porque la gente luego de la caminata se va a su casa, se duerme y al día siguiente se despierta en el mismo país en que se levanto el día anterior.

El problema no son las razones, el problema reside en la forma de protesta. ¿Porque no organizar, por ejemplo, una marcha contra el narcotráfico, o contra la corrupción?. Estamos corriendo el riesgo de que con las marchas empecemos a convalidar el delito. Si por alguna razón el día 6 de Marzo solo la mitad de la gente se moviliza, en relación con el 4 de Febrero, muchos concluirán que en Colombia se rechaza mas la guerrilla que el paramilitarismo, o peor, que a estos últimos se les justifica y hasta consiente.

La marcha popular requiere mucho cuidado al definir, cuando y contra quien se realiza. Mas aun, la sentencia no debería quedarse en el rechazo, deberían haber solicitudes concretas. No es acertado organizar marchas contra criminales porque por lo general no tienen resultado alguno. Ni es apropiado organizar tantas, ni tan seguidas porque se arriesga una mala interpretación del sentir popular. A mi entender, la marcha de rechazo a la guerrilla debió enfocarse en exigirle al gobierno mano dura y clausura de todos los canales políticos hasta que no exista una voluntad real en las guerrillas por negociar un sometimiento a la justicia. La del 6 de Marzo, podría hacerse para exigirle al gobierno mano dura con los parapoliticos y con los empresarios privados que han patrocinado el genocidio en los campos de Colombia.

La gente esta protestando contra la delincuencia, lo que es alentador, pero lo esta haciendo incorrectamente. El interlocutor de la ciudadanía no es el crimen organizado, es el gobierno. El gobierno es quien esta en la obligación de ejecutar el mandato de la población. A esa entidad deben ser dirigidas las peticiones publicas.

Otro aspecto relevante es que con las marchas no es suficiente. La sociedad civil colombiana esta desde hace mucho tiempo en déficit con sus obligaciones morales. La escasa censura a cierto tipo de delitos, como el narcotráfico o el lavado de activos (soporte de guerrilla y paramilitarismo), ha contribuido en gran medida a la expansión de los mismos. Hoy es un buen día para corregir ese rumbo.

Las verdaderas marchas de la población deben estar orientadas a dar resultados concretos y efectivos. Como en las urnas, por ejemplo. En la elección en que se reeligió a Álvaro Uribe, tan solo un 35% de votantes participo. Es ahí cuando todos debimos haber marchado. En multitudes. En esa y en todas las otras elecciones. Es ahí, en las mesas de votación, cuando el ciudadano tiene el poder en sus manos. El poder de decir: "Yo no soy ni guerrillero ni paraco" . . . . . . ."ni soy narcotraficante, ni consiento a quienes lo son".

El votante es el jefe de Colombia. Que ejerza ese poder debidamente cuando en verdad es importante. Todo lo demás ,aunque estimulante, no deja de ser simbólico y usualmente inútil.

Ñapa: Promotores de segunda reelección del Presidente deberían ser sinceros y promover de una vez la monarquía de la dinastía Uribe.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Marchando En Contravía

Mas que la marcha, lo útil y pedagógico fue ver el ambiente y el debate que se genero en torno a ella.

Imposible no comentar sobre el resultado de la marcha del Lunes. Pocas veces ve uno millones de personas protestando en las calles de manera pacifica. En Colombia o en cualquier otra parte. La primera conclusión que se debe sacar es la relevancia que ostenta el Internet en el mundo moderno y el poder que tienen las paginas interpersonales al estilo Facebook. Al ver la lista de lugares internacionales en los que marcharon colombianos se queda uno frío; muchos de ellos son difícilmente señalables en un mapa para el cristiano común.

Pero bueno, haciendo eso a un lado, metámonos en lo que fue la marcha y sus consecuencias. Tengo que aclarar que no soy muy optimista del resultado, al menos no en una marcha como esta, en la que el objetivo de la protesta no hace parte de la legalidad. Y aquí viene mi primera conclusión: al marchar contra las FARC, la gente le ha reconocido una conciencia civil. Decía yo en estas páginas la semana pasada que el gobierno, entre su actitud de no cerrar los canales políticos y su discurso de condena, no encuentra una definición de lo que las FARC son, sin importar cómo les llame. Pues con la convocatoria y con la marcha, es ahora la población la que aqueja confusión. La marcha pacifica tiene el objetivo de manifestar inconformismo y la intención de impulsar un cambio en aquel o aquellos que son la fuente del malestar.

Al marchar contra las FARC se les reconoce una conciencia civil y se acepta la posibilidad de que la protesta genere un cambio en ellas. Nadie pensaría en protestar contra una banda de apartamenteros, por ejemplo. Así entonces, la marcha es también un reconocimiento tácito, quizás inintencional, de la beligerancia de las guerrillas. Si bien pocos o ninguno de los marchantes las aceptan como partido o movimiento político, tampoco los consideran delincuentes comunes. En conclusión, no sabemos que son las guerrillas.

Seguidamente, tengo que mencionar la actitud del Polo Democrático. Mas allá de que la manifestacion sea fructuosa o infructuosa, no debería haber duda en la mente de ningún colombiano para condenar el accionar de ningún grupo armado. Las victimas del paramilitarismo no excusan las victimas de las FARC. Ni al contrario. No debería haber nadie que justifique a unos o a otros. ‘YO NO SOY NI GUERRILLERO NI PARACO’ debería ser el lema de todos los colombianos en la coyuntura histórica que enfrentamos. El comportamiento del Polo, su duda, sus explicaciones, son testimonio de que no es un partido político preparado para gobernar el país. Como no lo son tampoco los que argumentan en favor del paramilitarismo. Nadie que excuse, apoye, o que simplemente se niegue a rechazar la utilización de la violencia como método aceptable para hacer política, debe ser considerado como opción de poder. Como diríamos en la costa: El polo pelo el cobre.

Sus pocos dirigentes que han sido capaces de marcar distancia y de condenar abiertamente las guerrillas, independientemente del funcionamiento de otros grupos delictivos, deberían contemplar la posibilidad de abandonar la colectividad y hacerse espacio en otras toldas. Tal vez podrían jalonar el liberalismo hacia la centro izquierda, su lugar natural.

Dicho lo anterior, tendríamos que analizar ¿Que cambio entre el Domingo y el Martes?. Ahí encontraremos las consecuencias reales de lo que fue la caminata en si.

En cuanto al gobierno, no deberían allá celebrar tampoco. El pueblo no esta supuesto a lidiar con la delincuencia, para eso esta la fuerza publica, de quien el líder máximo es el jefe del estado. Si a la gente le toca directamente bregar contra el delito, es porque el gobierno, este y muchos otros que le precedieron, han sido ineficientes en proteger la vida, bienes y honra de la ciudadanía. Si las FARC, como reza en la retórica del ejecutivo, son un grupo de bandoleros, el gobierno estaría meramente festejando su incompetencia. Pero si no lo son. . . . . . he ahí el dilema.

Ñapa: Finalizo una nueva edición del carnaval de Barranquilla. Las balas de los violentos nunca atravesaran el escudo de alegría que vestimos los colombianos.