miércoles, 30 de enero de 2008

Indecisos

Si las FARC son un grupo político, la gira del Presidente fue muy exitosa. Si no lo son, fue una perdida de tiempo.

El conflicto que atraviesa la nación en lo referente a las guerrillas, los secuestrados, el canje, los países facilitadores, Venezuela y el resto de elementos involucrados, gira en torno a la posición del gobierno en relación con la beligerancia o la no beligerancia de las FARC.

Por un lado, el gobierno la niega basado en las normativas y las descripciones internacionales que definen esta condición. No es suficiente ser un grupo armado ni tener un ideal político para ser considerado beligerante. La intención no limpia el delito. Las guerrillas no son beligerantes, al menos así lo creo yo, porque no representan a nadie distinto de ellos mismos. Otorgarle la beligerancia a las FARC, además, no solo legitima su existencia, también deslegitima el estado colombiano y la democracia nacional. No puede haber grupos rebeldes legítimos en una democracia legítima. Por eso el gobierno acierta en su discurso.

La dificultad surge cuando ese mismo gobierno no reconcilia su retórica con su actitud. Al realizar esa gira por Europa con el objetivo de gestionar una nota de condena en contra de las FARC y de abogar para que allá no reconozcan estatus político al grupo armado, el gobierno incurre en un reconocimiento tácito de dicho estatus. Al aceptar la mediación de un gobierno extranjero, al negociar intercambios, al utilizar al Presidente para realizar una campaña diplomática, se esta haciendo un reconociemnto de beligerancia. Si se trata de delincuencia común, nada de lo anterior tiene sentido.

El gobierno es errático en su comportamiento. Si las FARC no son beligerantes, los escenarios políticos deben clausurarse y lo único discutible con ellas seria la liberación de todos los secuestrados, enmarcada en un proceso de sometimiento a la justicia, en las condiciones que el gobierno acuerde con el grupo ilegal. Si las FARC son beligerantes, entonces no habría que molestarse por las declaraciones de Hugo Chávez. Procedería entonces aceptar las condiciones para el canje y mentalizarse para décadas mas de guerra y “rentenciones”.

El gobierno que ha hecho del combate a las guerrillas su bandera política no se encuentra a si mismo en lo más esencial de esto: definir que tipo de organización son las FARC.

Por esa falta de definición, no es posible acabar con las guerrillas en Colombia. O el gobierno acepta la beligerancia de las guerrillas y se sienta a negociar con ellas la construcción de un nuevo estado. O no la acepta, y por el contrario, impulsa un gran acuerdo nacional suprapartidista para establecer el combate sin cuartel como una política de estado. En este escenario, al entender que el ‘chaparrón’ Uribe, ya no es coyuntura, sino una condición permanente e indefinida hacia el futuro, las FARC no podrían seguir de agache, ni esperando cambios de presidente. Quedarían enfrentados a dos opciones: la lucha armada sin perspectiva alguna, o la negociación de un sometimiento; en esta ocasión con condiciones mucho más favorables para el gobierno.

Para la oposición seria la gran oportunidad de borrar las dudas sobre su ideología. En Colombia no puede haber nadie “ni a favor, ni en contra de las FARC”. O se esta del lado del estado o se esta del lado de grupos ilegales que amenazan al estado usando el terror general como arma. Una izquierda democrática que, además de marcar distancia de la lucha armada empleando el discurso, se comprometa a tomar acción para proteger la institucionalidad nacional, lograría de una vez por todas ampliar su espectro político y sus perspectivas de gobierno.

Todo lo que estamos viendo en las semanas recientes es consecuencia de indecisión del gobierno. Resulta irónico que el gobierno con el caudal político mas grande que se haya visto en la historia reciente, no sea capaz de utilizarlo para tomar decisiones que generen cambios reales de cara al futuro.


Eduardo Plata Yidios

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