sábado, 18 de noviembre de 2006

Error de Sintaxis




Existió un error de sintaxis en la apreciación de Salvatore Mancuso en referencia a la influencia del paramilitarismo en el Congreso. No era el paramilitarismo en el Congreso, era el Congreso en el paramilitarismo.



Imposible eludir el tema de la relación entre paramilitares y congresistas. Ante la magnitud y la gravedad de la situación, no hay nada más importante, ni más critico. Se han empezado a saber las verdades detrás del fenómeno del paramilitarismo en Colombia, y al menos tres congresistas de la republica ya cuentan con una acusación formal por parte de la justicia nacional.




No hay palabras suficientes para describir la dificultad de lo que se está desarrollando en estas semanas en el ambiente judicial y político de la nación. Tres congresistas, dos senadores y un representante a la cámara, todos del departamento de Sucre, han sido señalados por la Corte Suprema de Justicia como fundadores de grupos paramilitares en la costa atlántica. Entre sus crímenes estarían la organización de masacres, asesinatos selectivos, saqueo del arca pública y cualquier otra cantidad de horrores.




Me causa curiosidad el saber qué piensan en este momento las almas pías que integran los partidos gobiernistas. Después de que muchos se tomaron la foto en la expulsión de congresistas por vínculos con el paramilitarismo, y luego cuando estos fueron reintegrados, la mayoría paso de agache, hoy no hablamos de señalamientos, sino de acusaciones formales, no de apoyo, sino de participación activa en la conformación de grupos armados ilegales.



Decía Salvatore Mancuso en una oportunidad, que el paramilitarismo dominaba el 35% del Congreso. Pues bien, existe un error de sintaxis en su apreciación. No es el paramilitarismo el que domina al Congreso; según lo que se ha sabido en la última semana, es el Congreso el que domina al paramilitarismo. Las verdades sobre el fenómeno paramilitar se comienzan a saber y las heridas en la sociedad se han empezado a descubrir. Hará falta una gran fortaleza social para soportar lo que acá se puede acabar destapando. Los vínculos entre políticos y paramilitares se podrían extender mucho más allá de las fronteras de Sucre, y vincular a un porcentaje alto del territorio nacional.




Es un error considerar este episodio como el “proceso 8000 de la costa”. Existen diferencias fundamentales entre lo que está sucediendo hoy y lo acontecido durante la presidencia de Ernesto Samper. En aquel entonces ocurrió que candidatos políticos aceptaron recibir dineros provenientes del tráfico de drogas, y financiar con él sus campañas, a cambio de favores legislativos al narcotráfico.




Hoy, no son congresistas recibiendo dinero de criminales, hoy los criminales son los congresistas, serían ellos los responsables de fundar, promover y liderar bandas de crimen organizado que se dedicaron a masacrar campesinos colombianos. El grado de protagonismo de los implicados y la gravedad de los crímenes hacen ambas situaciones absolutamente incomparables. Además, de saberse toda la verdad, muy seguramente, no serian únicamente costeños los requeridos por la justicia.




En todo esto, lamento mucho la actitud indiferente del gobierno. Causa un poco de desconcierto ver cómo el mismo Presidente que se deja poseer por la ira ante una pregunta indiscreta de un estudiante, no reacciona con igual furia al enterarse de que tres integrantes de sus colectividades legislativas se encuentran formalmente acusados del asesinato sistemático de ciudadanos colombianos. El gobierno debería estar al principio de la fila entre los interesados en llegar al fondo de este asunto y en que se impusieran las penas más severas posibles a los culpables.




Sería absurdo que se abriera la posibilidad de desmovilizarse a estos tres congresistas involucrados. Ellos no son delincuentes comunes sometiéndose a la justicia, son oficiales electos a puestos de representación pública. Su compromiso con la sociedad es superior al de un ciudadano común. De ser condenados, la pena debe ser ejemplarizante. Los delitos cometidos así lo requieren.




Sobra señalar lo nocivo que todo esto es para la, ya maltrecha, democracia colombiana. Congresistas electos a sangre y fuego que, en lugar de velar por los intereses generales de la población, se dedican al extermino y el saqueo. La imagen no puede ser peor. Cualquier sospecha sobre la legitimidad de las elecciones en Colombia encontrará un soporte enorme en este episodio. Al menos en la región que los acusados representan. Y en las regiones de todos aquellos que sigan apareciendo.




Dentro de todo lo malo, es digno de señalar el coraje de la Corte. Ante la inoperancia de otras instituciones, la Corte Suprema actuó con mucho valor y salió al rescate de la democracia y la dignidad nacional. Esperemos, muy a pesar del trauma que ello implica, que la verdad siga apareciendo y que, al fin, en Colombia, se sepa quiénes son los verdaderos criminales. Y además, que ellos, quienes quiera que sean, acaben tras las rejas.




Ñapa: Según noticia publicada el día lunes 13 en el diario El Heraldo de Barranquilla, se ha consolidado, en Atlántico, una alianza Char-Name-Gerlein. Que Dios nos coja confesados.

sábado, 11 de noviembre de 2006

Elemental, Mi Querido Rudy


Con sorpresa leí el martes, 2 de noviembre, un artículo de Rudolf Hommes publicado en el diario El Tiempo. Aunque usualmente sus comentarios me parecen acertados, en esta ocasión creo que el ex ministro convirtió lo que debía ser una denuncia en un artículo con una conclusión inapropiada.


Decía en su columna Rudolf Hommes que aumentar el salario mínimo no beneficia a los pobres; que, muy en cambio, elevarlo deriva en un aumento del número de trabajadores devengando salarios inferiores al mínimo. Concluía su columna diciendo que un aumento de la productividad y del empleo será lo único que aumentará el ingreso de los asalariados colombianos.


Comparto con el ex ministro la preocupación que expresa acerca del incumplimiento del salario mínimo que se hace en muchos lugares, sobre todo, como él lo menciona, en el campo, donde la problemática social es colosal. Sin embargo, soy de la idea de que lejos de concluir que el salario mínimo no beneficia a los asalariados de los estratos bajos, lo que debería es hacer una denuncia y un llamado para que las leyes laborales se cumplan. La solución no es abandonar la idea del salario mínimo, la solución es que el gobierno se dé a la tarea de hacer un seguimiento más cercano, a fin de detectar los abusos que se presentan en el mercado laboral, y corregirlos.


La nueva dinámica económica mundial nos está llevando a un mundo de asalariados. Las empresas grandes están devorando a las pequeñas y las medianas están fusionándose entre sí para convertirse en grandes y evitar que las devoren a ellas también. En este nuevo escenario, el crecimiento económico de una nación, o el aumento en la productividad, no tiene el mismo efecto que tenía hace un par de décadas, ahora la riqueza generada se acumula en empresas con cada vez menos dueños, y deja a la gran mayoría de la gente dependiendo del mejor o peor salario que tengan. Esto no ocurre exclusivamente en los países pobres como Colombia, pasa también en países ricos, como Estados Unidos, donde el efecto de concentración de riquezas se está presentando, ante la preocupación de muchos.


Para Colombia es mucho más conveniente un crecimiento económico entre el 2% y el 3% del PIB, que sea consecuencia de un aumento general en el poder adquisitivo de los consumidores, a un crecimiento de 5,7%; como el que tuvo Colombia, causado principalmente por las extraordinarias ganancias de empresarios y capitalistas.


Se podría argumentar que el mercado laboral se encarga de regularse a sí mismo y los salarios se nivelaran por sí solos. Eso es cierto sólo en los casos de las economías sanas, con cifras de desempleo bajas; en casos como el de Colombia, donde entre desempleo y subempleo se suma el 20% de la población, el mercado laboral no funciona. La necesidad de la gente, sencillamente, no permite que funcione. La pirámide de necesidades de Maslow ilustra cómo varían las necesidades personales; mientras un trabajador que devenga el salario mínimo está en la base de la pirámide, en una lucha por satisfacer sus necesidades básicas (alimentación, servicios públicos, vivienda), un empresario esta al tope de la pirámide, preocupado por el éxito profesional y el reconocimiento público. Obviamente, es mucho más fácil esperar varios meses para satisfacer la autorrealización, que para satisfacer las necesidades básicas. La urgencia por conseguir medios de subsistencia pone al empleado en una posición de negociación muy desfavorable frente al empleador.


No sólo no se puede dejar al mercado regular el salario mínimo en una economía con un desempleo tan elevado, se debería incluso establecer regulaciones para profesionales y técnicos. Lo que ha sucedido la última década en Colombia con los profesionales es lamentable; especialmente con los recién graduados. Las empresas han aprovechado la escasez de empleos para contratar a ingenieros, arquitectos, economistas y demás profesionales, por salarios que llegan a ser tan bajos como el salario mínimo. Esta actividad constituye un atropello contra la mano de obra calificada y un grave error estratégico para el país. El resultado ha sido una estampida de jóvenes profesionales colombianos, con alta capacitación, que han abandonado el país en busca de oportunidades más justas y de mejores perspectivas.


En lo que al empleo en el campo se refiere, la situación es funesta. Tal y como lo describe en su columna el ex ministro Hommes, en el campo la gente se emplea en lo que haya, por el salario que haya, y se acabó, no hay ningún tipo de regulación. El abandono absoluto del Estado ha producido un seudo estado feudal en el campo colombiano, en el que los trabajadores viven bajo un sistema de esclavitud moderna. Los favores y la permisividad histórica del Estado han perpetuado (o en el mejor de los casos, consentido) esta situación en el campo de Colombia. Es imperativo endurecer la conducta del Estado con agricultores y ganaderos, en aras de proteger al ciudadano colombiano del campo.


Descrita esta situación, la conclusión no puede ser la que planteó Hommes. La evasión de las normas no puede generar la idea de que es mejor no tener normas. Lo que urge es procurar el cumplimiento de la ley en toda su extensión y castigar con severidad su desobediencia; más aun cuando se trata de un tema tan sensible como lo es el salario mínimo. Y mientras los índices de desempleo y subempleo combinados cobijen a uno de cada cinco colombianos, el establecimiento de salarios “por decreto”, como menciona el ex ministro, es, no sólo conveniente sino además, absolutamente necesario para evitar la explotación y garantizar la existencia de un Estado social de derecho.


Ñapa: La decisión de hacer bilingües los colegios públicos de Bogotá, nuevamente pone a la capital a la vanguardia del país. Felicitaciones para la dirigencia de la capital que, nuevamente, pone un ejemplo digno ser copiado en todos los demás municipios y distritos de la nación.

sábado, 30 de septiembre de 2006

Educar, Educar y Educar

5,74 por ciento fue lo que creció la economía colombiana durante el primer semestre de este año. Al menos eso dicen las cifras oficiales. El gobierno debe estar muy contento con los números; sería este el cuarto año consecutivo en el que el país crecería por encima del 4 por ciento anual. Y todos ellos, bajo el liderazgo del presidente Uribe. Quien quiera más, que le corten caña.

Sin embargo, este enorme crecimiento económico parece no estar generando los efectos que debería, o al menos los que los colombianos esperamos. Había pasado solo un día cuando, en primera plana de la prensa, salía otra noticia mencionando un informe que señalaba que a pesar del crecimiento económico del país, la pobreza y la desigualdad seguían aumentando. La riqueza generada por el repunte económico no está drenando todos sectores de la sociedad. Se está quedando en los estratos altos, allí donde no hace falta. Y todo esto sucede en la antesala de una nueva reforma tributaria propuesta por el gobierno.

En Colombia pasa un Presidente y viene otro, y todos ellos hacen reformas tributarias y el efecto siempre es el mismo, negativo. Pero ninguno parece darse cuenta, y llega uno nuevo y propone una nueva. En el caso de Uribe, ya es su segundo mandato. Y él, que ya lo hizo una vez, debía haberse dado cuenta de que esa no es la vía. Pero las cifras oficiales le dan la razón. Y por eso él sigue ahí. Y su nueva reforma tributaria viene por el mismo camino, con las mismas intenciones que se le han visto a Uribe desde el principio, favorecer a la clase empresarial y esperar que, de carambola, se favorezca la sociedad en general. Pero no ha sido así, ni será así, porque eso nunca ocurre.

Hay una sola vía por medio de la cual Colombia podrá salirles al paso a sus dificultades económicas y en verdad generar bienestar social para sus ciudadanos, en todos los estratos. Esa vía es la educación. En sus dos tipos. Educación cívica-social y educación técnica-productiva. La primera abrirá las puertas para una mejor convivencia de la ciudadanía, convivencia que es requisito fundamental para el orden y para el óptimo funcionar de todas las demás actividades en cualquier comunidad. La segunda expandiría el espectro productivo, lo que generaría nuevas oportunidades para el desarrollo económico, además de aumentar la competitividad de los trabajadores nacionales en el mercado mundial.

Colombia no puede seguir apuntándole a la política del limosneo para solucionar sus problemas porque, como ha sido ampliamente demostrado por la propia historia colombiana, no ocurrirá. No se debe seguir apostando por la política de enriquecer a los ricos y subsidiar a los pobres. Con ella solo se genera dependencia social y desigualdad.

La consigna económica más sabia que ha existido es esa que dice: “No me des pescado, enséñame a pescar”. Solo a través de la educación, los sectores menos favorecidos de la población podrían volverse económicamente activos y generar riqueza adicional con la que el país alcanzar un galope económico y social que le permita cerrar las brechas sociales y alcanzar niveles de bienestar superiores. Pretender acabar con los pobres mediante subsidios es un despropósito.

Casos como el de la India, y otros países del sureste asiático, son un ejemplo claro de cómo el desarrollo educativo impulsa el desarrollo económico y arrastra a toda una población hacia un mejor nivel de vida mediante la creación de empleos nuevos y mejor remunerados. La globalización no debe ser vista únicamente como una oportunidad para abrir maquilas de manufactura básica en Colombia. Las nuevas tecnologías en telecomunicaciones abren la posibilidad para la exportación de bienes intelectuales, de Colombia hacia el exterior, sin siquiera abandonar el país. Arquitectura, ingeniería, diseño industrial, dibujo técnico, diseño mecánico, servicio al cliente, asistencia técnica de software y hasta radiología son algunas de las labores que el país podría exportar si se hiciera un esfuerzo real en capacitación de la población.

No procurar el avance educativo será apostarle a lo mismo que se le ha apostado hasta ahora sin ningún resultado. Exportación de materia prima y productos inalterados y el apoyo desmedido a la clase industrial con la esperanza de que algún día esta sea capaz de arrastrar al país hacia el desarrollo. No es acertado confundir la riqueza de Colombia con la riqueza de algunos colombianos.

Las medidas económicas del gobierno, más allá de las cifras, han fracasado y lo seguirán haciendo. Fallan porque no generan empleo y al no generar empleo no llevan riqueza al bolsillo de los colombianos de a pie. En un país como Colombia, donde las necesidades de la población son tantas, lo que hay es trabajo para hacer; sucede que los baches que existen en la interconexión socioeconómica de los ciudadanos son tan grandes que no permiten una fluidez óptima del sistema económico nacional. El tan ansiado TLC y la reforma tributaria solo servirán para consolidar esta situación.

Urge en Colombia hacer un esfuerzo para mejorar el nivel educativo de la población y con él, la competitividad del país en un nuevo escenario mundial que cada vez tiene menos fronteras. Solo a través de la educación se traerán hacia el país nuevos empleos, con ingresos suficientes para revivir en Colombia los estratos 3, 4 y 5. Los que por cuenta de varias reformas tributarias, similares a la planteada por la administración Uribe, se encuentran desde hace un tiempo en vías de extinción.

Ñapa: La iniciativa de desarme civil propuesta por el alcalde mayor de Bogota, Luis Eduardo Garzón, merece no solo el aplauso y el apoyo de la población de la capital sino su extensión a todo el territorio nacional. Resulta asombroso que en un país con los niveles de criminalidad del nuestro, una norma como esta no estuviera en funcionamiento hace muchísimo tiempo. Eduardo Plata Yidios

sábado, 12 de agosto de 2006

A Corregir El Rumbo


Censurable, por decir lo menos, fue el episodio de violencia familiar que se dio en Barranquilla la semana pasada y del que todos nos enteramos, gracias al ingenioso uso de la tecnología por parte de los familiares de la victima. Imperdonable el trato que algunos le dan a las que son madres de sus hijos e hijas. Pareciese que ellos nunca hubieran tenido madre y que no fueran nunca a tener hijas. Episodios como este se repiten con una lamentable frecuencia a largo y ancho de Colombia. Es un problema de salud pública que requiere el mismo tipo de atención que se le da al tráfico de drogas por ejemplo.


Entre todo lo malo que se puede señalar en esa historia, que es bastante, quiero referirme a la actitud de la policía nacional. Dice el relato del padre de la joven que cuando fue a solicitar ayuda de las autoridades, además de no encontrar socorro alguno, pues al parecer los oficiales encargados de atenderle estaban durmiendo, unos policías le dijeron casi en tono de burla “el man se paso de piña”. El man se paso de piña. Esta afirmación, que tácitamente aprueba el accionar de un marido que golpea a su esposa, describe en su totalidad la actitud de las autoridades locales ante la problemática de la comunidad.


El consentimiento del delito y el acto ilícito. No solo en la policía nacional; en general en todas las organizaciones del estado que están supuestas a servir a la comunidad, hay un nivel de complicidad con el proceder indebido que ha llevado a la ciudad al estado en que se encuentra. Cada quien tiene su propio estándar de ley, cada quien juzga lo que es correcto o incorrecto, cada quien es permisivo hasta donde mejor le parece. Todos somos culpables por acción u omisión.


¿En que momento en la historia de Barranquilla, y de la costa caribe en general, la alegría y el carácter caribeño se volvieron excusa para la mediocridad, la vagabundearía y la sinvergüenzura? ¿En que momento perdió el rumbo una ciudad que en su momento fue pujante y de vanguardia y ahora de todo eso no le queda más que un recuerdo melancólico? Tanto irrespeto y abuso de la población mientras en las calles la inseguridad campea como nunca antes. Los asaltos están a la orden del día, robos de vehículos por todas partes. Y si alguien quiere poner una denuncia, puede ir a la estación de la inmaculada donde, para poner una denuncia, toca comprarle el formulario al que vende los mangos cruzando la calle.


En todo esto la administración distrital, como siempre, brilla por su ausencia. La única forma de saber en que anda la alcaldía o cualquier otra entidad publica en la ciudad, es cuando se aprueba la construcción de gasolineras en rotondas, o se instalan parquímetros indebidamente, o se pierden miles de millones de pesos en renovaciones de edificios. La desidia con la que se tratan los asuntos interés publico esta ilustrada en el acontecer diario de la ciudad. Buses que hacen en las calles lo que se les da la gana impunemente, arroyos que paralizan la ciudad por horas, un plan de zonificación que no obedece ninguna lógica. Un centro de la ciudad que alcaldía tras alcaldía es un caos mayor. El sistema educativo es solo peor que el de salud.


Todos estos problemas, son muestra de la falta de voluntad política, de atención, de consideración y sobre todo de respeto por el ciudadano. El mismo que con sus impuestos, paga los salarios de todos aquellos que ocupan esos cargos.


¿Por qué no se controla mecánicamente la velocidad máxima a la que pueden transitar los buses urbanos?, no hay ninguna razón para que un bus urbano se conduzca por el carril izquierdo y mucho menos para que transite a velocidades superiores a los 40 o 50 kilómetro por hora. ¿Cómo se explica que una ciudad como Barranquilla aun no haya solucionado el problema de los arroyos? Por muy costosas que sean las obras necesarias, me es imposible creer que no se puede desarrollar un plan de inversión por etapas con el que se busque solucionar el problema así sea en un plazo de medio siglo. Suena muchísimo tiempo, pero si se hubiera empezado cuando el alcalde de la ciudad era Miguel Bolívar Acuña, hoy al menos la mitad del problema estaría resuelta. Nunca ha habido el deseo ni el interés. Todo siempre es burla, desorden y abuso de los dineros públicos.


La prensa local también debe pasar por el sillón de acusados. Su labor de informar al pueblo de lo que ocurre en la ciudad se limita al amarillismo y a copiar noticias de orbita nacional. Nunca en Barranquilla se sabe que esta pasando al interior de la ciudad, que se esta discutiendo en el concejo. No se sabe ni siquiera quienes son los concejales ni que hacen. La mayor o menor difusión que se hace de las noticias responden además a intereses creados muy ajenos al servicio de informar.


Por su posición geográfica y por su historia, Barranquilla esta en deuda con si misma y con Colombia. Es el derecho y el deber de la ciudad, volver a ir a la vanguardia de la nación, volver a ser la puerta de oro que dejo de ser.


Es imperativo que la ciudad cambie de rumbo. No hay excusa alguna para el estado deterioro en el que se encuentran las instituciones locales. El trabajo y la disciplina no son mutuamente excluyentes con la alegría y el goce. Todo puede darse mientras haya respeto y decencia. Esas dos características deberían ser el criterio de escogencia del próximo alcalde.

lunes, 7 de agosto de 2006

El Dilema De La Diaspora


Tres millones trescientos mil es el estimado de colombianos que han abandonado el país, según cifras del DANE. Entrada la segunda mitad de los 90, Colombia sufrió una gran estampida emigratoria de la que aún no sale, a pesar de que el volumen de personas que dejan el país en estos días es menor que hace, digamos, cinco años.


Para cualquier nación, el que cerca del 10 por ciento de su población se mude fuera de sus fronteras trae cambios a corto plazo y consecuencias a mediano y a largo plazo. Para un país en las condiciones de Colombia, por ejemplo, que pasaba por una crisis económica profunda, la emigración de tan alto porcentaje de sus ciudadanos fue sin duda un alivio inmediato. Un alivio en aspectos tanto cuantificables como incuantificables.


Empezando por los cuantificables, encontramos la avalancha de divisas que de un momento a otro empezaron a fluir hacia Colombia, provenientes de Estados Unidos, Francia, España, Reino Unido, Australia, Alemania y muchos otros lugares en los cuales se ha repartido la diáspora nacional. La cuantía de este ingreso extra que recibe hoy la Nación supera los ingresos nacionales de divisas por cualquier otro rubro; Colombia, ante la debilidad del café y la escasez de petróleo, encontró un producto de exportación que le ha sido muy lucrativo, la mano de obra.


Sin duda, las remesas internacionales han apalancado el resurgir de la economía nacional, que seguramente nunca se habría dado sin ellas. Sería bueno que así lo reconociera el gobierno y prestara un servicio consular óptimo a los colombianos en el exterior, en lugar de usar los puestos diplomáticos para contentar delfines y jefecillos políticos.


Siguiendo con lo incuantificable, aunque prácticamente imposible de medir, la emigración de nacionales también tuvo un efecto decisivo sobre la tasa de empleo y el ingreso del ciudadano de a pie. Simplemente porque se pasó de tener una gran cantidad de población desempleada o subempleada, a tener la misma cantidad trabajando en otro sitio y enviando dinero que no le cuesta al país producir. La reducción en los índices nacionales de empleo se debe en gran parte a que mucha de la gente que necesitaba empleo, ya no lo necesita porque lo ha conseguido, pero afuera de Colombia. Del mismo modo, los ingresos de los trabajadores nacionales han mejorado también por simple cuestión de oferta y demanda, a menos oferta de trabajadores, aumenta el precio que hay que pagar por los servicios de los mismos.


Si los millones de colombianos que residen en el exterior decidieran regresar a Colombia, el país no tendría la capacidad de recibirlos. Además de dejar de recibir los importantes ingresos provenientes de las remesas, se enfrentaría con más de dos millones de personas a las que habría que encontrarles empleo, y no lo hay. Regresaríamos a 1998 inmediatamente.


Sin embargo, en el largo plazo habrá consecuencias negativas. La emigración de ciudadanos trae consigo lo que comúnmente se conoce como fuga de cerebros, y cuando hablamos de tres millones de emigrantes, son muchos los cerebros que se van. Todos ellos representan una inversión en capital humano que hizo el país durante muchos años. Son médicos, ingenieros, arquitectos, abogados, científicos y demás que se suponía impulsarían el desarrollo nacional, que ahora impulsan el desarrollo de otros países. Estados Unidos, por ejemplo, es un país construido con base en la fuga de cerebros de todas partes del mundo. No hay capital más importante y decisivo para el desarrollo de un pueblo que el capital humano.


Si Colombia es capaz de enfrentar la fuga de cerebros de manera ingeniosa, podría neutralizar esta situación y voltearla a su favor. Los países asiáticos son un ejemplo en esto. Allá han repatriado a una gran cantidad de nacionales que al migrar hacia los países desarrollados, adquirieron educación tecnológica y social. Así, los emigrantes de ser un pasivo social, se convertían en una inversión que a la vuelta de una década, les da grandísimos frutos.


India, para nombrar uno de ellos, ha alcanzado índices de desarrollo ejemplares. Hoy día, la democracia más grande del mundo vive un proceso de avance admirable. La que hace no mucho era una de las naciones más pobres del mundo ha logrado montarse en un tren de progreso que poco a poco ha ido arrastrando a su población fuera de la miseria, mejorando el nivel de vida y los ingresos personales de sus ciudadanos. Tratándose de una nación con mil millones de habitantes, el camino es largo y aún les falta mucho por recorrer.


Para Colombia, que no tiene mil, sino 40 millones de personas, y que no parte de una miseria tan extrema como la que aún hay en muchas partes de India, el camino sería mucho más corto. Todo depende de cómo logre enfrentar el país el dilema de la diáspora.

sábado, 8 de abril de 2006

El Equilibrio Del Juego Uribista

Cuando en el año 1950, John Nash publicó su disertación denominada: “Non-cooperative games” (juegos no-cooperativos), en la cual se planteaba y describía el concepto del equilibrio de Nash; estoy seguro que jamás paso por su cabeza que sus teorías, en principio desarrolladas como principios económicos, serian aprovechadas cincuenta años mas tarde por una coalición parlamentaria, en un país suramericano llamado Colombia.

En su disertación, el genio de la economía, ganador del premio Nóbel en el año 1994 por este mismo planteamiento, describe el equilibrio de Nash, como el punto en el cual ninguno de los individuos involucrados en una determinada situación puede mejorar sus resultados cambiando de posición, siempre y cuando los demás competidores no cambien las suyas. Esta teoría sirve para analizar situaciones en las que buscar el bien particular puede terminar siendo desventajoso ante la opción de buscar el bien común. Así entonces entre competidores, en la economía de mercados, es más beneficioso desarrollar acuerdos de manejo de mercado que atacarse mutuamente y acabar ambos en malas condiciones. Si dos o más competidores por ejemplo, en lugar de entrar en una guerra de precios que acabe por bajar el precio en el mercado de un determinado producto, acuerdan ofrecer el producto a un precio fijo, todos terminan beneficiados de un control absoluto dicho mercado.

Esta es la teoría que se ha utilizado para conformar el uribismo y el tira y afloje de la última semana lo ha puesto en evidencia. Luego que el senador German Vargas procurara infructíferamente alianzas con el Partido Liberal y con el Polo Democrático, quedo más que claro que lo que une a la coalición de gobierno es la conveniencia y no la ideología. Dice el Senador Vargas que su actitud fue una respuesta a un intento de sacarlo de la coalición por parte de fuerzas cercanas a la casa de Nariño. En cualquier caso, la actitud del gobierno, y la del senador Vargas, responden a lo mismo. Conveniencia y cálculo.

El Partido de la U, Cambio Radical, el Partido Conservador, Alas Equipo Colombia y Colombia Democrática, entendieron que muy a pesar de sus diferencias, les convenía mucho mas una alianza grupal que debatir entre ellos. Mediante la primera alcanzan la mayoría del congreso, lo que les permite repartirse entre ellos todo el poder del legislativo. Procurando cada uno prevalecer sobre los demás por vías unilaterales, habría provocado no solo el debilitamiento de todos ellos, si no además el fortalecimiento de la oposición.

Es así como se formo la bancada uribista, como una alianza de conveniencias con el ánimo de acaparar de manera absoluta todo el poder y la influencia del congreso en Colombia. Una alianza en la que la ideología no tiene lugar, pero que es, sin lugar a dudas, muy positiva para todos los partidos uribistas; quienes lograron asegurarse a través de ella un pedazo de la torta.

Sin embargo, a la alianza le faltaba algo para lograr su perfección, alcanzar el equilibrio de Nash, el escenario en el que un cambio de posición de parte de cualquiera de los miembros solo le traería perjuicios. Ese equilibrio fue alcanzado esta semana.

Con la salida de Cambio Radical de la coalición de gobierno, la situación de los demás jugadores del uribismo desmejoraba notablemente. Sus mayorías en el parlamento colombiano se acababan. Fue entonces cuando el gobierno se dio cuenta que su juego estaba imperfecto y para solucionar dicha situación decidió echar mano de Convergencia Ciudadana. Los personajes que el mismo urbismo, en tiempos de elecciones, expulso con toda la pompa y la publicidad con la intención de mostrarle al público como en la coalición de gobierno no había cupo para personajes presuntamente vinculados con el paramilitarismo o con la mafia.

La inclusión de estos personajes en la bancada de gobierno, luego de haber sido alienados de la misma en tiempos de elecciones, constituye una estafa en la buena fe del votante y una nueva afrenta a la dignidad y la integridad de la democracia colombiana.

En todo caso, Convergencia Ciudadana le da al uribismo lo que estaba buscando, el equilibrio de Nash. El escenario en el que nadie esta mejor afuera del uribismo que dentro de el. Por eso German Vargas desistió en sus aspiraciones de hacer alianzas diferentes. En este momento, el uribismo es una aplanadora política. Unido por la ideología o por la conveniencia o por lo que sea, no habrá nada que se les escape. La bancada del gobierno es omnipotente y el presidente lo es también a través de ella. Cualquiera que decida salirse de la coalición será destruido por la misma.

Creo que esta demás señalar lo perjudicial que es para una democracia una situación como la que se nos plantea a los colombianos. Más aun cuando estas mayorías tan abrumadoras no tienen nada que ver con la política ni la ideología y si mucho con amañamientos que tienen como único objetivo la conveniencia particular de los ciudadanos que las integran. Y que además no tienen reparos en los antecedentes de sus miembros siempre y cuando tengan algo que aportar.

Gracias a la aplicación de los conceptos producidos por la mente genial de John Nash, Colombia se enfrenta ahora a tiempos difíciles para su democracia. No creo que esta sea la aplicación que el pretendía para sus teorías.